Finalmente los juguetes sexuales agotaron todas las posibilidades disponibles y decidieron conquistar el terreno de la robótica y la inteligencia artificial. Los robots de compañía ya casi son una realidad. Es sólo cuestión de tiempo para que puedan mantener una conversación, llorar, reír o sentir un orgasmo.

Texto. Belén Macua / Ilustración. Brunancio


A lo largo de la historia, las relaciones interpersonales fueron mutando. La técnica y la tecnología trajeron nuevas  maneras de producir fuego, trabajar la tierra, y, por supuesto, encontrar pareja. Ya lo plantearon los griegos con el mito del rey Pigmalión, quien buscaba a la mujer perfecta y se terminó enamorando de una hermosa estatua de mármol que él mismo esculpió, llamada Galatea. Así que si no encontrás al amor de tu vida, no desesperes, aprendé a manipular cerámica.

Las muñecas sexuales comenzaron como “damas de viaje” para los marineros solitarios que pasaban meses en altamar, pero se popularizaron rápidamente. Hoy en día las podés encontrar de vinilo, plástico y silicona. Hay opciones para todos los gustos y billeteras. El objetivo es hacerlas cada vez más realistas hasta que finalmente puedan emular a un humano.

Hay un mercado en ascenso de personas que buscan compañía artificial y encuentran amor y comodidad en un muñeco. Además, están ansiosos por llevar esto al próximo nivel: que el juguete finalmente pueda mirarlos a los ojos, responder, moverse, y otras cosas más interesantes.

Real dolls

El norteamericano Matt McMullen empezó haciendo esculturas en el garaje de su casa. 20 años después es dueño de una de las compañías de muñecas más exitosas llamadas Real Doll. Éstas son hiperrealistas y es posible personalizar hasta el color y tamaño del pezón. El usuario puede cambiarles la cara cuantas veces quiera, incluso puede tener tres senos o cuerpo alienígena.

“Lo primero en lo que me quise centrar no fue en que la muñeca se moviera sexualmente, quería dotarla de inteligencia artificial”, dice Mullen. Es por eso que nació el proyecto RealBotix, una aplicación que permite que tengas una amiga virtual en tu celular. Podés elegir su personalidad, relacionarte con ella, tener charlas profundas y se va a interesar por tu vida. Luego, se añadirá una cabeza robótica que permitirá que hable desde la Real Doll.

“La muñeca verdaderamente les da felicidad, no se trata sólo de sexo, va mucho más allá. Se trata de la diferencia entre volver a una casa vacía o volver a una casa en la que hay una muñeca con la que te hace ilusión pasar tiempo”, añade. No es necesario que sepa coser, bordar, abrir la puerta para salir a jugar ni tampoco respirar.

Yo quiero a mi robot

En Japón aman sus muñecas, es por eso que las conocen como love dolls, no sex dolls. La antropóloga francesa Agnès Giard explora este boom de amor artificial en su último libro y asegura que es algo característico de la tradición nipona. Sus religiones mayoritarias se caracterizan por un pensamiento animista que atribuye alma a los objetos.

Los fabricantes quieren que sus muñecas se respeten. Orient Industry no permite que se las penetre por la boca, es por eso que las fabrican con vaginas intercambiables y articulaciones movibles para que su dueño la ponga en la posición que desee.

Para los más exigentes ofrecen un modelo llamado Geisha Tomoko que viene con su propio kimono o disfraz de conejita, y además es un dispenser, podés tomar lo que desees desde sus pezones. Realmente pensaron en todo.

Love Machine

El doctor británico en Inteligencia Artificial, Daniel Levy, vaticinó en su libro “Amor y sexo con robots” que el matrimonio entre humanos y máquinas será algo normal para el 2050. “Los robots no tendrán emociones pero actuarán como si las tuvieran. Lo realmente importante no son las emociones en sí sino sus consecuencias. No la causa del llanto sino el llanto en sí. Si un robot se comporta como si le amara, será tan convincente que a usted no le importará”, explicó.

Según la teoría de Hooman Samani, profesor de la Universidad Nacional de Tapei en Taiwan, para que un robot tenga emociones de manera natural se debe crear una versión artificial de las hormonas que motivan los sentimientos como la oxitocina y la dopamina.

En la película Lars and the real girl, su protagonista, que tenía problemas para relacionarse socialmente, se enamora de una muñeca sexual y vive una intensa relación. Su familia y sus amigos al principio no lo entienden pero luego lo apoyan, incluso se encariñan con ella. Lars pasa de ser un antisocial que teme el contacto, a ser una persona feliz que va a fiestas y se junta a cenar.

Las muñecas y robots sexuales tienen un lado adorable, y si algo nos enseñó la historia es que el hombre es muy maleable, lo que hoy te escandaliza, mañana puede gustarte. Será cuestión de abrir la mente, y la billetera.