Es jugador de rugby y tiene la responsabilidad de ser el capitán del seleccionado argentino (los Pumas), pero también está a la cabeza de los Jaguares en la liga del Super Rugby. Con un doble liderazgo debajo del brazo, luego de mucho esfuerzo para encontrar su rumbo, llegó para demostrar que las cosas se podían hacer de otra manera. 

Texto. Florencia Garibaldi / Fotos. Monstruo Estudio


Entraste al rugby según vos tarde. Aunque ya venías haciendo otros deportes, ¿cómo llegaste?

En séptimo grado me cambié de colegio y entré al San Luis de La Plata que va de la mano con el Club San Luis, que es donde jugué toda la vida. Antes había jugado al fútbol, al básquet y era un desastre, hacía cualquier cosa. Mis amigos nuevos me invitaron a jugar y no tenía idea de nada. Empecé y me cambió la vida. Descubrí una segunda casa, estaba todo el tiempo ahí. Me enseñaron los valores que tanto transmiten. Todos arrancan en el rugby a los cuatro o cinco y les van inculcando eso de bancarse entre sí, de ir a ver a la primera. Todos mis amigos hoy son del club. Ya de chiquito tenía un tamaño grande y me iba bien, me gustaba golpearme (risas). A los 17 años me llamaron para el primer seleccionado.

Estabas terminando el colegio, ¿tenías pensado tomar al rugby como carrera?

No tenía una vocación formada. Siempre fui al colegio con mi primo. Él se había anotado en la Licenciatura en Comercialización en la UADE y lo seguí. Cursé toda la primera parte hasta junio, ahí empecé a jugar para Los Pumitas menores de 19, el primer mundial juvenil. Al año siguiente debuté en Los Pumas de ala. También estaba en la primera de mi club. En paralelo, seguía estudiando. Mi primo había avanzando un montón y yo no iba, o me quería ir porque me parecía malísimo y terminé dejando. Mis viejos me decían que tenía que estudiar algo y es verdad, hoy me arrepiento de no haberlo hecho.

“Me parece importante la llegada con la gente, que sepan lo que hacemos, no tenemos nada que esconder. Esto es puro trabajo y además nos divertimos”

Igual lo intentaste, de ahí te metiste a estudiar Diseño Gráfico…

Me metí en Bellas Artes en la Universidad de La Plata. Siempre me acuerdo que entré y lo primero que vi fue un compañero en patas y con las uñas pintadas de negro (risas). El tema es que ahí todos sabían dibujo. Una vez me hicieron armar un trabajo en el que había que reinventar el arte de tapa de un disco, yo hice uno de Jorge Drexler y fue un desastre. Tiré dos palmeras, una hamaca paraguaya y un chaboncito acostado con un barquito atrás. Me levanté para entregar y cuando empiezo a caminar por el aula, miré a los demás y veo a uno haciendo una boca de los Stones en 3D que le salían cosas, otro con un minotauro de tres cabezas de Charly García. Vi el mío y me dio tanta vergüenza que lo tiré. Ahí se terminó mi paso por la universidad (se ríe).

Cuando estabas en el Biarritz Olympique de Francia, la pasaste mal por estar lejos. ¿Cómo afrontaste la oferta de volver a los Pumas pero con la condición de cambiar de puesto?

Quería tanto volver que era lo más lindo que me pudo pasar ese llamado. Sin embargo, el cambio fue una de las cosas más duras que me pasaron en la vida. Me dijeron que si no me movía de puesto no iba a poder seguir jugando, porque era bastante más petizo que los tercera línea internacionales. Y por mi equipo decidí que iba a hacer lo que sea, aunque implique ese esfuerzo. En fútbol es como que te pasen de 9 a ser arquero, nada que ver. Tuve que modificar mi físico, subir diez kilos y llegué a los 110. Pasé el sufrimiento del scrum y llegué a desmayarme ahí adentro. Me di cuenta que el hooker que tenía muchas más responsabilidades. Sufrí mucho. En el primer partido de titular se me rompe una costilla, juega otro pibe por mí y lo hizo tan bien que el entrenador lo dejó. A mí me mandó cuatro años al banco. El peor castigo después de lucharla tanto, de nuevo abajo. Pero es lo que hoy me hace más fuerte. Nunca bajé los brazos.

¿Fue Daniel Hourcade tu salvador?

Sí, el me conocía de los Pampas. Asumió como entrenador de Los Pumas, que aún lo sigue siendo y me llamó por teléfono y estaba en Inglaterra. Me dijo que quería que sea el capitán. Fue raro. Me dio mucho miedo y desconcierto. Era suplente y la verdad es que no me daba, había un montón de jugadores grandes. Pero acepté. Daniel me dijo que tenía que ser como era yo, que si no me sacaba.

Con tu nuevo rol cambiaste un montón de cosas. ¿Por qué decidiste abrir las redes sociales del equipo?

Apenas arranqué de capitán me junté con todos y hablamos un montón porque no quería que sucedan de nuevo ciertas situaciones. El capitán antes tenía que dormir solo y yo no quería, porque me aburría, así que eliminé esa regla. Abrí las redes, porque teníamos prohibido publicar. Me parece muy importante la llegada con la gente, que sepan lo que hacemos, no tenemos nada que esconder. Esto es puro trabajo y además nos divertimos. Estuvo re bueno porque nos empezaron a seguir todos. Somos personas también. Prohibir las redes es tapar el sol con las manos, si todo el mundo las usa. Obviamente pedí que no twitteen cosas de política por ejemplo o algo que bardee al país en general. Ahora se habla del equipo.