Juani es una adolescente que atraviesa la búsqueda de su propia identidad en 100 días para enamorarse. Juani puede ser heterosexual, bisexual, trans, lesbiana o queer. O no ser nada más que lo que siente ser. Esta nota repasa la diversidad sexual e intenta hacerlo al borde de las categorizaciones genéricas.

Texto. Stephanie Peuscovich / @stephiepeusco


En el capítulo número 37 de la novela 100 días para enamorarse que se emite por Telefé en el horario central de la televisión local, se habló de diversidad sexual y se cuestionó de alguna manera el género como sinónimo de sexualidad. Antonia (Nancy Dupláa) encarna a la madre de Juani (Maite Lanata) una persona que no se identifica con el género con el que nació y transita el camino hacia su verdadera identidad. La escena la completa Sandra Mihanovich que actúa de psicóloga y ayuda a comprender el proceso que significa el camino de Juana a Juan y la importancia de que sea aceptado. 

Las dudas y la desinformación de Antonia son quizá la de la mayoría de la población. Afortunadamente la militancia activa de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersex y queer (LGBTQ) permite que otras formas de ser, estar e identificarse se visualicen. “A todos se nos ha asignado un género desde el nacimiento, somos nombrados por los padres o las instituciones sociales de ciertas maneras. A veces cuando un género se asigna, se dan una serie de expectativas en relación a éste: ésta es una niña, entonces asumirá un rol femenino tradicional en la familia y en su lugar de trabajo cuando crezca. Este es un niño, y también asumirá un rol predecible. Muchas personas experimentan dificultades con esa asignación, no están conformes con esas expectativas, y sienten que parte de lo que son se aparta de la asignación social que se les ha otorgado”, explica Judith Butler en una nota para Página 12 donde resume la idea de su libro El género en disputa, que escribió en 1981. Butler cuestiona el género establecido al repensarlo como no binario y profundiza la categoría de sexo al decir que no está dentro del orden natural ni biológico. Por eso, volvamos al caso de Juani: ¿es transexual o transgénero?. Antes de cualquier categorización, Juani es lo que sienta que es, en eso se basa la diversidad sexual que también interpela al género. No hay límites más allá del discurso hegemónico que establece estructura binarias que encasillan la sexualidad y la imponen como una verdad universal.

Si Juani fuera una persona transgénero su autopercepción, sentimiento y expresión tendría que ver con una identidad de género que no coincide con la que tuvo al momento de nacer. También podría ser transexual e intervenir quirúrgicamente su cuerpo o realizarse tratamientos hormonales con el fin de adecuarse a la identidad que siente.

En este sentido Leandra Levine, la primer chica trans egresada del colegio Pellegrini explica: “Básicamente cada una elige la etiqueta que más cómoda le haga sentir, pero no hay diferencia de por sí, porque puede haber travestis operadas y hormonadas y chicas trans que no lo estén”. Levine que se autodenomina como andrógina agrega que su ideal de belleza combina rasgos masculinos y femeninos que le permiten expresarse dentro del espectro sin limitarse a una feminidad exacerbada para que la acepten como mujer trans. “No reniego mí parte masculina pero sé lo que soy”, concluye.

Por su parte Marlene Wayar que dirige el primer periódico travesti de Latinoamérica, El Teje por el que recibió el premio Lola Mora dice: “Las categorías son útiles en algunos sentidos de activismo para interpelar a la sociedad desde esos perfiles identitarios. Aunque la experiencia humana es más compleja, entonces se dice trans para explicar todo lo que implicaría transitud”. Ella se identifica como travesti en un sentido político para resignificar el insulto, el menosprecio y el odio, y también, por no sentirse identificada con la definición de mujer que para Wayar impone el patriarcado y le pertenece. “No es una utopía para nosotras el lugar de mujer porque es la definición más esclavizada y no me voy a poner bajo ese mote, porque estoy peleandole al patriarcado muchas cosas desde los privilegios que he renunciado como hombre. Yo no voy a aceptar discutir con ellos en otra relación que no sea en términos de igualdad, que puede no ser reconocida por los hombres pero si en nuestra posición de dignidad”.

Las restricciones que suponen las teorías de género relacionadas con la sexualidad llevan a problemáticas como el caso de las personas intersex. Son aquellas cuyos cuerpos (cromosomas, órganos reproductivos y/o genitales) no se encuadran anatómicamente dentro de los patrones sexuales establecidos que constituyen el sistema binario varón/mujer. Durante su niñez algunas de ellas son intervenidas quirúrgicamente para adoctrinarlas a estos patrones.

Más allá de estas categorizaciones vale recordar lo que escribió Butler en su libro ya mencionado: “Las configuraciones culturales del sexo y el género podrían entonces multiplicarse o, más bien, su multiplicación actual podría estructurarse dentro de los discursos que determinan la vida cultural inteligible, derrocando el propio binarismo del sexo y revelando su antinaturalidad fundamental”. Y en esta línea y bajo esas características podrían ubicarse las personas que se autoperciben como queers.  

Desde el año 2012 Argentina cuenta con una Ley de Identidad de Género. La número 26.743 que reconoce el derecho a que todas las personas se muestren y vivan como se perciban. Y esa autopercepción puede involucrar modificaciones físicas a través de cirugías o medios farmacológicos que deberán corren cuenta del Estado. La legislación incluye además el cambio de DNI para toda persona mayor de 18 que así lo requiera y los menores que sean autorizados por sus tutores.

“El único miedo que yo tengo es que mi hija sufra, eso me mata”, expresa Antonia al referirse a Juani en 100 días para enamorarse. Y ese quizá sea el mejor resumen de la manera en que la novela trata el tema. Wayar opina: “Cualquier foco de diálogo social en un mundo que nos quiere incomunicadas está bueno. Es importante que lo hayan sacado de la sexualidad y que lo que se muestre es la relación entre una madre que no sabe nada pero que con amor acompaña a su hijo. Hay mucho para averiguar y hay que asumir la ignorancia. Es contingente como venimos al mundo, lo que es indiscutible es que hay humanidad”.