Con solo 34 años, Eme Carranza logró posicionarse como la diseñadora de espacios gastronómicos del momento. Desde Niño Gordo y Cacho Rotisería hasta El Preferido de Palermo, Don Julio, Tigre Morado y muchos más, su impronta y la de su estudio pisan fuerte. 

Estudió diseño gráfico, pero se define como directora creativa; y hoy – después de pasar por la mayoría de los restaurantes más conocidos de Buenos Aires y transformarlos en espacios inolvidables – se mudó a Europa, donde empieza a dar sus primeros pasos diseñando y creando. 

Por: Belén Prieto | Imágenes: instagram. 


La infancia de Eme Carranza fue “súper divertida, caótica y llena de quilombo”, como ella misma la describe. Tiene seis hermanos, de los que es la quinta, algo que la llevó a siempre hacer travesuras. “Me echaron de una escuela, era muy tremenda”, cuenta. Esa niñez estuvo muy vinculada a los viajes. Con su madre azafata y su padre capitán de barco, explorar el mundo era una constante en sus días. Las disciplinas artísticas llegaron por otro lado: por la influencia de sus abuelas. 

Mi abuela paterna trabajaba en Vogue, lo que era Vogue en esa época que tenía otra época. Y mi abuela materna, decoradora de interiores. Así que sus casas eran dos casas, sobre todo la de la decoradora, muy muy a la tendencia. Con mucho pattern, empapelado, tejidos en los sillones, caminitos en las alfombras. Siempre mucha textura, mucho color, mucho dibujo”, recuerda.  

De ahí, es claro, viene el amor por los empapelados de Eme. Tan evidente en sus proyectos de diseño y ambientación actuales, enfocados principalmente en el ámbito gastronómico. ¿CUÁL FUE EL ANTES Y DESPUÉS EN TU CARRERA? 

Fue Niño Gordo. Primero porque fue un proyecto que tenía muy poco presupuesto. Y con muy poco hicimos algo muy impactante. Y eso me parece que tiene un valor enorme hoy en día. 

Y por otro lado, creo que fue un proyecto en el que propusimos un montón de cosas que nadie hubiese creído que pudiese funcionar. Como hacer un lugar sin ventanas, o con un neón que atravesara todo el salón a la altura de la vista. Las peceras acuáticas, bichos artificiales, medusas artificiales, 140 lámparas colgando del techo.  

Creo que hicimos una propuesta muy jugada, al nivel que había cosas que los dueños no querían hacer. Y yo era “dejame hacerlas y, si no salen bien, te las pago”. Y bueno, “estás loca, esto no va a funcionar, bla…”. Y terminó siendo un boom. 

El riesgo y lo extremos que fuimos con ese proyecto creo que fue medio un hito. Para mí, por mi capacidad de hacer y de crear. Y por darme cuenta de quienes estaban del otro lado. Que había un público para esto, que la gente quiere vivir una experiencia. Que estamos en una era de imagen, de compartir. Entendí muchas cosas con ese proyecto. 

¿POR QUÉ DECIDIERON ENFOCARSE EN LO GASTRONÓMICO? 

Estamos enfocados en la gastronomía porque yo soy una aficionada tanto de la gastronomía como de la coctelería. Amo salir a comer, me parece una de las actividades más hermosas. Uno de los placeres y lujos más grandes que nos podemos dar. Ir a un lugar, que alguien te cocine, que te atiendan con amor. Probar cosas, experimentar. Poner en acción a los sentidos. Eso es algo que me fascina.

Siento que a través de la gastronomía uno conoce el mundo. Son cosas que te abren, que te hacen descubrir. Que activan la memoria. 

Es más que nada por una cuestión de que amo ese mundo. Pero no sé cocinar, no soy buena cocinando. Así que me gusta estar cerca, me gusta poder sentirme parte de eso sin tener que ser yo la que lo hace. 

Al mismo tiempo, lo que pasa con la gastronomía, es un espacio… los restaurantes son lugares donde uno puede montar un mundo, crear un pequeño ecosistema que va a quedar vivo, que va a perdurar en el tiempo. Que va a ser habitado por otra gente. Me parece super interesante desde ese punto de vista, y por eso es que encontré un nicho ahí. ¿DISEÑAN OTRO TIPOS DE ESPACIOS? ¿CUÁLES?

Sí, diseñamos otros espacios. Hoy estamos creciendo en todo lo que es el mundo de la hotelería. Estamos trabajando en ese rubro, intentando movernos un poco para ese lado, simplemente por una cuestión de desafíos profesionales. En la gastronomía, la verdad es que hicimos un recorrido muy hermoso. Hemos trabajado con grandes profesionales, hemos aprendido muchísimo y siempre podremos seguir aprendiendo; pero en algún punto siento que es una tipología de espacio en la que nosotros ya casi trabajamos con los ojos cerrados. 

Cuando entro en un lugar de confort y comodidad, siento que tengo que moverme. 

A su vez hoy en día aparecen un montón de otros estudios, haciendo cosas similares, obviamente distintas porque cada uno trabaja como trabaja. Pero digo, haciendo propuestas similares. Entonces también eso es un indicador de que es momento de seguir creciendo y seguir avanzando.  

Así que otro tipo de espacios que hacemos son oficinas, estamos arrancando una casa particular en Nordelta. Restauramos la fábrica de Quilmes, hicimos las oficinas de una productora audiovisual. Siempre estamos abiertas a trabajar con otras tipologías de espacios. Lo que pasa es que, en general, en la gastronomía hay presupuesto para poder bancar nuestros costos. Que, tal vez, en el mundo de la moda, que nos han llamado otras veces, es difícil poder costear. 

¿CÓMO ES SU PROCESO CREATIVO A LA HORA DE DISEÑAR UN ESPACIO DESDE CERO?

Nosotros tenemos un método en el estudio. Tenemos ejercicios, cuestionarios y cosas que hacemos para estandarizar los procesos de trabajo. Porque tenemos un deadline y tenemos que trabajar y crear una propuesta en un tiempo determinado. Para eso tenemos nuestra metodología bien planteada y ordenada. Pero después no hay un paso clave, sino que todo depende de lo que nos vaya surgiendo con la propuesta, con el concepto que aparezca. 

Digamos, la primera parte, que es super metodológica, es para salir de la pagina en blanco. Pero una vez que la derribamos, entramos en un proceso mucho más personal y guiado por 1. la necesidad y 2. lo que nos va disparando esta idea. TENÉS UN ESTILO MUY MARCADO, ¿CÓMO LO DEFINIRÍAS? 

No sé cómo definir mi estilo. Qué difícil. Durante muchos años, al principio, pensé que no tenía un estilo y que trabajaba muy en relación a lo que había que hacer. Después la gente empezó a decirme “tus lugares siempre cosas así, de este estilo. Música en los baños, empapelados, bla”. Digo, bueno, hay determinadas cosas que marcan que un lugar es nuestro. Pero es difícil definir eso. No considero que tengo un estilo… considero que – como todo diseñador que crea cosas – está la impronta de lo que uno hace, pero no sé cómo definirlo. 

Creo que somos un estilo que tiene los constantes en sus proyectos: son propuestas súper jugadas, con mucho impacto visual y muchos niveles de lectura. Hay mucha profundidad. Pero me cuesta definir el estilo porque no lo pienso como un interiorismo, sino como una experiencia. 

¿UN CONSEJO QUE TE DIERON QUE TE SIRVIÓ PARA TU CARRERA? 

Un consejo que me dieron que no tiene que ver con una disciplina en particular, sino que es más como una postura ante la vida, es “ante la duda, hacelo”. Hay un momento para decir que sí a todo, después uno ve cómo se siente trabajando con eso. Si tiene ganas de volver a hacerlo o no, pero – ante la duda – sí y para adelante. Después hay un momento donde uno ya descubre, elige y decide que sí y que no. Pero cuando uno arranca en algo, lo primero que tiene que hacer es mandarse y decir que sí a todo. Arrancar primero con un “sí” para todo. 

Eso a mi me sirvió muchísimo, porque fue lo que hice. Y terminé teniendo un proceso súper personal y terminé aprendiendo un montón de mi misma y mis capacidades. A veces la pasas bien, a veces la pasas mal, pero de eso siempre algo bueno se saca y siempre se aprende.