Llegó el 2023 y, como muchos, quizás te sumaste a la tendencia de escribir esa fatídica lista de objetivos y resoluciones para el nuevo año. Las cosas que querés empezar, las que querés lograr, las que querés cambiar… ¿Está bueno ponernos esas metas si después solo son presión y nada más?
Por: Belén Prieto | Imágenes: shutterstock
La psicología detrás de las resoluciones de Año Nuevo está errada y tenemos que hablarlo. Son objetivos que construimos únicamente sobre el cambio de año, una base frágil que nos motiva poco y a pocos. Mejorar nuestra alimentación, dejar de comer carne, ir todos los días al gimnasio, bajar de peso, dejar de tomar alcohol, hacer más planes sociales, hacer menos planes…
Según la revista Forbes, el 80% de los objetivos propuestos para el nuevo año son abandonados para febrero.
Nos llevamos a nosotros mismos a un camino que en tan solo un mes nos hace “fallar” y sentirnos como fracasados, vagos o incluso deprimidos. ¿Por qué estamos en contra de las resoluciones de Año Nuevo?
1. Nos ponemos metas inalcanzables: nos proponemos cambios gigantes y nos proponemos implementarlos de un día para el otro. ¿Cómo no va a ser difícil lograrlo? ¿y frustrante no hacerlo?
2. La presión social no ayuda: quizás no estás proponiendo tus resoluciones por los motivos correctos. Si la motivación está en que los demás se ponen estos desafíos de cambio y vos solo querés hacerlo por eso, mantener estos cambios va a ser casi imposible. La motivación no debe ser “debería hacer esto”, sino querer hacerlo.
3. Dejar hábitos que nos hacen “felices” es inevitablemente difícil: comer comida chatarra, tomar alcohol, fumar… sean buenos o malos hábitos, generalmente los hacemos por el placer inmediato que generan. La dopamina obtenida de estas acciones nos hace querer repetirlas, y dejarlas necesita una fuerza de voluntad muy grande. 4. Empezar hábitos que no son “naturales” a vos es complicado: ir al gimnasio todos los días, hacerte vegetariano, leer 3 libros por mes… Son hábitos difíciles de incorporar de un día para el otro si no te salen de forma natural durante el año. ¿Por qué pasar del 2022 al 2023 va a hacer que sea fácil lograrlos? Vas a estar nadando a contracorriente. Obvio que si querés proponértelo verdaderamente y no solo por el cambio de año, podés lograrlo. Pero eso implica buscar otras motivaciones, que sean más reales.
5. Tenemos una confianza exagerada en el autocontrol de nuestro yo futuro: confiar en uno mismo es una de las claves de la vida, pero las resoluciones de Año Nuevo proponen una pregunta importante. ¿Por qué confiamos tanto más en nuestro yo del futuro que en el del presente?
Si queremos proponer un cambio de hábito o conducta, dejemos de tomar el Año Nuevo como excusa. Basta de motivarnos con fechas.
La única diferencia entre diciembre y enero es apenas días, semanas o un mes. Y eso no es motivación suficiente.
Busquemos nuestro motor en nosotros mismos, en sentirnos mejor, en hacer cosas que nos hagan bien a nuestra salud mental y física. Que nos diviertan, nos gusten, nos hagan mejores personas y, finalmente, nos den una vida más placentera. Eso es lo que buscamos o deberíamos buscar todos, ¿no? Sin importar en qué número termine el año.