La Era del Donjuanismo: ¿Me quiere? ¿No me quiere? ¿Quiere ser mi amigo o algo más? Los hombres se han vuelto un enigma -ya no dan el primer paso, las citas no culminan con un beso, la finalidad no es el sexo. La histeria masculina se convirtió en el mal que aqueja a esta nueva generación: no saben lo que quieren, sólo saben que lo quieren ya.
Texto. Belén Macua / Ilustración. Brunancio
En la serie Sex and the City, la protagonista Carrie Bradshaw vive a lo largo de las seis temporadas una relación tempestuosa con el señor Big. La historia es conocida, él sufre de miedo al compromiso, ella sueña con que algún día va a cambiar y se casarán. Luego de varios intentos fallidos, ella se da por vencida y es ahí cuando él vuelve haciendo promesas que no podrá cumplir.
Esta forma de histeria masculina es un mal cada vez más común en nuestra sociedad. El galán logra su cometido (obtener el favor de la dama en cuestión) y luego desaparece. “El deseo es siempre deseo de otra cosa”, postula el psicoanalista Gabriel Rolón en su libro “Encuentros (El lado B del amor)”, el histérico siempre tendrá un deseo que satisfacer, se concentra en aquello que falta.
Mucho ruido, pocas nueces
Hasta mediados del siglo XIX se creía que esta condición era puramente femenina. El griego Hipócrates entendía que la histeria estaba directamente relacionada con el útero, un órgano que se desplazaba por el cuerpo causando todo tipo de síntomas y dolencias.
El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, desestimó esta creencia en su libro “Los estudios sobre la histeria”, donde descubrió que es una enfermedad psíquica originada por un trauma infantil o alguna frustración en el ámbito sexual.
El histérico moderno busca siempre ocupar el centro de atención de su pareja. Los halagos, las promesas atractivas, las muestras de afecto exagerado son algunas de las armas para engatusar a sus víctimas. El juego de seducción tiene un solo propósito: conquistar. Luego, el objeto de deseo pierde su atractivo inicial.
Feminización de la masculinidad
Hoy en día se afirma que los roles del hombre y la mujer en la relación amorosa se han invertido. La mujer ya no espera que el hombre la corteje y la invite a salir, sino que ella va a buscarlo. Él tiene el poder de aceptar la propuesta amorosa, negarse, o “ver qué onda”. El varón deseado no cree necesario decir que sí o que no, se comporta de manera que su compañera crea que existe la posibilidad de un encuentro romántico a futuro, independientemente de si éste se concrete o no.
“Aquella idea de que la mujer estaba con quien quería y el hombre con quien podía, los dejaba en un lugar casi animalesco”, afirma Rolón. Hoy en día el hombre se ha feminizado, se preocupa por su apariencia, no teme ser coqueto, disfruta de seducir sin la presión de “sellar el trato”.
En la misma senda de derribar mitos, la sociedad actual no considera la feminidad exclusiva del sexo y el género. En Stronger Than Me, la cantante Amy Winehouse se fastidia con la parte femenina de su hombre: “¿Por qué me pones en control? Sólo quiero que mi hombre cumpla su rol, siempre quieres hablar todo, está bien, siempre hay que estar consolándote, pero eso es lo que necesito que hagas vos”. El imaginario del macho fuerte y misterioso que protege y cuida de su pareja se ha destruido. Hoy todos ocupamos todos los roles.
Gracias pero no, gracias
El histérico lleva el sexo como estandarte, pavonea su fingida virilidad con orgullo. Es un actor que protagoniza su propia obra dramática donde intenta controlar y esconder sentimientos. La mujer termina confundida, se vuelve difícil decodificar sus intenciones, interpretar si busca una amistad o algo más. “No voy a conocer a tu madre, sólo quiero que pongas tu cuerpo sobre el mío, por favor dime por qué piensas que eso es un crimen” se pregunta Amy.
Pero el sexo casual podría volverse cada vez más escaso, pues este nuevo tipo de hombre practica la abstinencia. Le atrae el sexo, le causa intriga, pero se lo niega por completo. Freud asegura que estos síntomas somáticos encuentran su causa en algún traumatismo de la vida psíquica infantil. El varón pudo haber sufrido un padre ausente o alguna relación frustrada con su madre, y transporta sus fracasos al ámbito romántico. Es por eso que va intenta atraer a la mujer y alejarla a la vez, como ocurre con Don Juan, el personaje de la literatura española conocido por ser un conquistador y burlador serial de mujeres.
Las chicas sólo quieren divertirse, los chicos no saben lo que quieren. El amor y el deseo entran en un juego que se vuelve eterno, sin reglas ni pistas que ayuden a sus protagonistas, donde el control lo ejerce quien mejor restrinja sus emociones y su cuerpo. La ley del más fuerte se adapta a las relaciones modernas, luego veremos quién sobrevivirá.