Flor Bertotti está en un nuevo capítulo de su vida. Dejó atrás sus días de ídola juvenil, ahora es una artista completa que dirige y compone canciones. En el presente volvió a incursionar en la actuación y protagoniza la obra Cien metros cuadrados junto a María Valenzuela
Txt: Abril Chiesa @un_heladito
Estás en plena temporada de la obra Cien Metros Cuadrados y hace tiempo que no te ponías en rol de actriz. ¿Cómo fue volver a actuar?
Re lindo, estoy feliz. Tenía ganas hace tiempo pero me costó encontrar el momento para poder meterme en algún proyecto porque prioricé otras cosas. La tele te saca muchas horas del día pero ya venía con ganas hace tiempo. Y tirarme de nuevo a la pileta me dejó chocha.
Tu personaje está obsesionado con el deber ser. A vos Florencia ¿qué cosas te obsesionan?
Algo recurrente es el miedo a fallar como madre. Irme al pasto en algo, no estar a la altura. Donde más insegura soy es donde más fichas pongo. En la maternidad uno no tiene ninguna certeza y va aprendiendo en el camino con intuición, dedicación y corazón. Soy obsesiva también con los detalles del trabajo, me cuesta delegar.
¿Con qué aspectos de la personalidad de tu personaje sí empatizas?
Es un personaje que obra de despertador, ella misma termina activando la alarma que la hace darse cuenta de un montón de cosas. Me da mucha ternura que está como pedaleando en el aire. Pero no soy parecida, aprendí a quererla. Al principio me costaba porque decía ‘esta mina se hace la que está re segura de todo y en el fondo está re en bolas’. Cree que si hace todo lo que corresponde va a ser una persona feliz y después se da cuenta que no, de que es momento de jugársela. El personaje contrapuesto, el de María Valenzuela, es una vieja desahuciada con tres bypass, que fuma, que chupa, que hace todo lo que los médicos le dicen que no tiene que hacer. Pero mantiene el ‘yo voy a hacer las cosas como me gustan a mí’.
Hablando de jugarselá, vos te la jugaste aceptando el rol de directora de Simona en el teatro. ¿Cómo fue transitar ese proceso?
Me parecía un desafío enorme, estaba re asustada. Pensaba ‘espero estar a la altura’. Yo siempre hice muchas cosas y tengo un ojo muy integral pero ahora le tenía que dar el sello a todo, tomaba todas las decisiones finales. Lo más importante para mí era lograr que todos pudieran trabajar en armonía cumpliendo los objetivos que necesitabamos dentro de cada área. Llegar con el tiempo, con el presupuesto, que la propuesta artística sea innovadora y que me representara. Lo atravesé con obsesión, me dormía repasando cada parte, cada canción. Igual cuando ya no hago las cosas con esa pasión, con esa dedicación, cuando estoy más de taquito ya no me gusta tanto. Es casi morboso, me gusta ese nervio que me da no saber cómo lo voy a hacer.
También componés canciones ¿Lo hacés desde siempre o se te despertó ahora esa faceta?
Siempre escribí, hacía canciones pero no les ponía música. Después les empecé a poner música en la guitarra pero sólo sé tocar siete notas. Cuando hice Niní, escribí todas las canciones. Trabajaba con Willie Lorenzo y le tarareaba las melodías. Al principio no me metía de lleno en la música pero fui ganando en ese terreno. Me fui animando. Me encanta grabar temas para que los hagan otros artistas, me gusta más que hacer temas para mí, que son domésticos.
¿Te gustaría incursionar en otros géneros literarios, escribir algo más?
Sí, me encantaría. Yo soy re lectora y mi sueño es poder animarme a escribir un libro. Me gusta mucho el viaje que me como mientras leo. Recomiendo a Amélie Nothomb como autora y La Delicadeza de David Foenkinos, fue el libro que más regalé en 2018.
En una entrevista Santi Maratea te confesó que él siempre quiso tener las zapas de Floricienta. ¿Tenés algún objeto de una peli o serie que te morirías por tener?
No soy muy apegada en general a las cosas. No se me ocurre pero ponele de Floricienta me quedé con dos sillitas que estaban en el living de la mansión, que las miré todo el año y cuando terminaron las grabaciones me las llevé.
¿Qué le dirías a la Flor de 20 años?
Le diría ‘seguí así’. Siento que tuve siempre los pies sobre la tierra. A los 20 años tuve mi momento de más vorágine laboral y emocional, estaba en pleno Floricienta. Con un desborde de un montón de cosas y pese a eso lo pude atravesar con la lectura de que todo era una circunstancia y sobreviví.
¿Te pesó la fama?
No sé si me pesó. Pero hay un momento en el que te abruma y una se puede sofocar. Fue muy intenso pero yo trataba de diluir con mi familia, con amigas del colegio, con la realidad. Porque las giras, los estadios llenos, son surrealistas, salvo que seas una estrella de rock y te vayas a dedicar a eso. Fue una experiencia en mi vida divina, que disfruté pero yo no la quise mantener después. No me gusta tanto estar en el ojo de la lupa, no extraño lo que viví en mi punto máximo de popularidad. En ese momento lo recontra disfruté y me lo quedo como una perlita divina, queda en mi corazón. Pero me alegro de que haya sido una circunstancia.