Los comienzos de Clara Ibarguren como diseñadora se remontan a su juventud. Mientras cortaba telas en una mesa de ping pong en su quinta de Don Torcuato, no sabía que estaba gestando una marca que tendría tanto éxito. Con el don de haber logrado permanecer, treinta años después y con varios locales abiertos, es una de las más elegidas por las argentinas.
Texto. Flor Garibaldi / Fotos. Laura Scavo
Cuando Clara era apenas una colegiala de secundaria, ya estaba dando sus primeros pasos en el mundo de la moda. Comenzó a hacer remeras con una amiga como vía para juntar dinero con el fin de irse de viaje. Su primer hit con el diseño fueron unos remerones con flecos, que tuvieron que producir en cantidad porque no paraban de venderlos. “Me empezaron a llamar un montón de clientes para saber si ya tenía lista la colección de invierno y sólo hacíamos ropa de verano. Ahí me asocié con otra amiga que vivía en el campo, en 25 de mayo, quería saber si podíamos hacer sweaters y decidí hacer vestidos de lana a rayas de angora. Tuvieron mucho éxito”, cuenta Clara.
En un momento en el que las marcas prác-ticamente no existían, Clara creó Ropa Natural, enfocada en la producción de joggings y buzos pintados con aerógrafos, cuya técnica la habían traído de Bali. “Crecimos mucho y así conocí a mi marido Henry que tenía un negocio de ropa al cual le vendíamos. Decidimos trabajar juntos. Me separé de mi socia y le puse mi nombre a la marca. Siempre digo que es una historia de amor porque son más de 30 años de trabajar juntos y de haber creado una marca, que pasó muchísimas etapas. Pusimos energía, cariño y fuerza en este proyecto. Y acá seguimos”. Al principio trabajaban desde la quinta donde vivían en Don Torcuato. Clara diseñaba y Henry salía a vender. Hasta que llegó el primer local en San Isidro. Clara reconoce que no son una marca que creció de golpe, que hicieron las cosas despacio, de manera pausada y a su ritmo. “Nosotros sentimos que estamos creciendo aún hoy. Después de un período de pasarnos sin abrir, de golpe en un año se vinieron dos locales”, reflexiona.
Con un recambio generacional que tuvieron, también llegó la modificación del nombre. En un mundo donde se apela a lo sencillo, el Ibarguren se quitó y hoy la empresa lleva solamente su nombre de pila. “Me saqué el Ibarguren y ahora soy sólo Clara, que es más accesible. Empezamos a ver buena respuesta frente a estos cambios. Mucha gente joven apareció como nueva clientela. Es una marca que sirve para madres y para hijas, vienen juntas y compran las dos. A veces también vienen las abuelas. Hay varias generaciones en Clara. Nos hicimos más cancheros. La moda es constante evolución y hay que animarse”.
Dentro de esta vorágine por mutar, hace seis años la actriz Julieta Cardinali se unió a la empresa, que en colaboración con Abril, la hija de Clara, crearon una línea dentro de la marca. Algo que comenzó como un juego terminó en éxito rotundo y convocó nuevas clientas, porque es una parte más osada en comparación con las prendas que se diseñaban originalmente. “Me acuerdo cuando sacamos la línea que se llamaba Fuck Love, me escribían en Facebook indignadas que Clara es ropa para dama. Hay que tener humor. Julieta aporta una cuota de humor que me gusta mucho”, recuerda Clara.
Para esta diseñadora mantener lo logrado no es poco. Actualmente tienen pensado abrir franquicias en el interior, donde aún no se expandieron. Si bien arrancó como un hobby, guiada por la intuición, eligió la senda correcta y le fue bien. A pesar de afirmar que la fabricación en Argentina está demasiado complicada, y estar al tanto de lo que cuesta continuar todos los años, cada vez que lanza una colección le agarra el mismo entusiasmo que tiene desde el primer día por su profesión. “Al ver el trabajo realizado me agarra un orgullo importante, me encanta lo que hago. Siempre le digo a mis hijas que hagan lo que les gusta, aunque dentro de eso haya cosas que no te agraden. Cuando estudiás una carrera hay algunas materias que te querés matar”, concluye Clara.
Palabras Mayores
“Muchas veces en este camino pasan cosas imponderables que te tiran abajo y te desaniman. Pero la perseverancia es lo fundamental. Tenés que insistir en lo que te gusta más allá de los fracasos. También hay que ser como una esponja y mirar lo que pasa alrededor. En este trabajo no podés ser una isla”