A PESAR DE HABER DADO VUELTAS PARA DECIDIRSE, COMO UNA ESPECIE DE MANDATO DIVINO, LE TOCÓ SEGUIR LOS PASOS DE SU PADRE. SIN EMBARGO, TUVO LA CAPACIDAD DE MARCAR SU PROPIA IMPRONTA EN EL MUNDO ACTORAL Y DE A POCO LE VAN LLEGANDO OPORTUNIDADES CADA VEZ MÁS GRANDES. LUEGO DEL ÉXITO DE LA TIRA DIARIA FARSANTES, PROTAGONIZÓ LA PELÍCULA MUERTE EN BUENOS AIRES Y ESTE MES LO VEMOS EN VÓLEY, SU MÁS RECIENTE TRABAJO.

flor / mariano

omo sabíamos que le gustaba andar en bicicleta, habíamos pensado armar una producción en relación a eso. Muchas veces sucede que lo que se tenía en mente, de pronto da un giro de 360 grados y nada resulta ser como se había planeado. Eso nos pasó cuando vimos entrar al Chino con una espectacular moto negra y dorada que, combinada con él, eran la dupla perfecta. Más allá de su notable belleza, lo que más nos sorprendió fue su predisposición, su buena onda y su alegría eterna. En una charla, donde reinaron las carcajadas, se abrió y nos contó quién es y dónde está parado en la vida. 

Cuando terminaste el colegio arrancaste Ingeniería. ¿Cómo fue el paso de las ciencias exactas al mundo artístico?

Salí de la secundaria como todo joven que tiene que tomar decisiones respecto de su futuro, sin tener mucha idea de lo que realmente me gustaba. Mis materias favoritas eran química, física y biología. Tenía facilidad, tendía a ir para ese lado. Eso me llevó a anotarme en Ingeniería ni bien terminé. Pero después hice un ejercicio mental de proyección y no me vi siendo ingeniero. Me llevó a reflexionar y me puse a buscar qué cosas me interesaban internamente, que no tuviesen que ver con el tránsito por lo académico. Me anoté en Dirección Cinematográfica y a la vez en teatro. Estuve dos años estudiando las dos en paralelo, hasta que hubo un momento de ruptura que fue cuando laburé en el rodaje de El Secreto de sus Ojos y tuve que dejar todo por la carga horaria. Nunca más volví a la facultad de cine pero sí seguí con teatro. Me di cuenta que podía aprender más si era el “che pibe”. La mayoría de la gente que conozco arrancó tirando cables y barriendo el piso. Además, me divertía y hay mucho para aprender de todas las áreas.

Continuaste teatro, ¿por qué no te largabas a actuar directamente?

No me animaba a ir a ningún casting, a presentarme. Lo estaba evitando. No me sentía del todo preparado. Por más que estudies teatro eso no te da chapa para nada en particular. Sentía que era exponerme innecesariamente sin tener muy en claro qué quería hacer. Había algo de sentir que no iba a estar a la altura de mis propias expectativas. Si uno se presenta en una instancia evaluativa es porque medianamente cree que lo va a hacer bien, sino no te vas a meter en eso. Era una traba mía y si seguía así la iba a tener siempre. No tenía ningún interés de someterme al ojo ajeno ni a mis propias presiones. En la actuación uno se expone sensiblemente a otro y todo depende de una gran subjetividad. Si caía en malas manos capaz me iba a quitar el incentivo que venía juntando.

¿Cuál fue tu primer casting?

De casualidad, en vacaciones, le conté a un amigo de mi padre que estudiaba teatro. Levantó el teléfono y llamó a un tipo que estaba haciendo un casting y medio que me obligó a hablar con él. Me dijo que no sea boludo y me vi comprometido de ir. Ese fue el puntapié inicial para empezar. Hice todo tan mal que fui a presentarme para el galán, me terminaron dando el texto del malo y quedé elegido (risas). Fue un piloto que después no salió. Pero me dio confianza, un poco de aire. Podría haber sido totalmente contraproducente y me sirvió para seguir adelante.  Derribé un mito adentro mío y enfrenté mis miedos.

Encontraste tu vocación de grande. ¿No querías ser como tu papá de chico?

Mi mamá una vez me hizo acordar que cuando era un niño decía que quería ser actor de Batman. Porque había entendido que la gente interpretaba roles, estaba comprendiendo el paso de la ficción a la realidad y de qué laburaba mi viejo. Pero en ese momento, eso sólo era la puerta para lo que de verdad quería ser: un superhéroe. Quería ser Batman. La actuación era el móvil, la manera de acceder a ese mundo. De alguna forma se terminó convirtiendo en mi destino.

Te criaste en un ambiente artístico. ¿Tu papá no te motivó nunca ese costado?

Lo fomentó por su forma de ser y el ambiente donde se mueve. No hay una cosa artística en mi casa. Tiene que ver con la personalidad de cada uno, no hay una bajada de línea. No es que entrás y estamos todos pintando cosas, ni uno leyendo literatura mientras el otro vocaliza, ni en pedo (risas). Estamos jugando a la Play Station, al truco, en la pileta, comiendo asado, como la gente normal. Inconscientemente fui acumulando una mochila de la información que brindaba mi papá y no me di cuenta, no me importaba. Tuve ese intento de rebelión adolescente contra los mandatos parentales cuando apunté a la Ingeniería. Fue hacer oídos sordos a lo que sonaba adentro mío, no quise hacerme cargo de lo que me pasaba. Con el tiempo me amigué con eso. Al principio me replanteaba si quería trabajar de lo mismo que mi viejo.

Un importante despegue en tu carrera fue hacer del hijo de Julio Chávez en Farsantes. ¿Qué obtuviste de la experiencia de trabajar en una tira tan exitosa?

Fue mi primer trabajo serio. Laburar con Julio te alimenta, transforma todo en verdad. Es muy difícil pifiar, te ayuda mucho a construir las situaciones. Me sirvió para crecer como actor y fue muy generoso. Cruzarte con buenos actores es lo mejor que te puede pasar. En una escena el único aliado es tu compañero. Siempre que te encuentres con gente talentosa, que encima tiene buena onda, es una fiesta. Cada oportunidad de esas son regalos del cielo. He tenido suerte en ese sentido.

Tu primer protagónico en cine fue Muerte en Buenos Aires el año pasado y ahora está por lanzarse Voley. ¿Cómo es este personaje que atraviesa situaciones duras como la traición?

Trata de un grupo de amigos que se va en año nuevo a una casa en Tigre para ser libres. Pero en esa libertad sucede algo caótico y cada uno la usa para romper las reglas como sea. Además, más allá de estar al aire libre y lejos, hay un encierro. Transcurre en un lugar donde no hay salida y es hostil porque dependés de la movilidad de un barco. Los aísla y así sucede todo. Mi personaje es un pibe tranquilo, que está de novio con Manuela (Violeta Urtizberea), que es una chica que la ponen en el rol de la pesada pero que tiene algo que la hace atractiva. Y es amigo de Nicolás (Martín Piroyansky) que es medio un engendro y es una alimaña adentro de la casa porque tiene una concepción del hombre cumpliendo un rol en la vida de depredador, que después se le desmorona eso. Comienzan a suceder situaciones entre las personas. La película está en clave de comedia, pero se tocan temas muy duros por momentos. Los seres humanos son los que accionan para bien o para mal.

¿Fue más fácil interpretar un rol que tiene características en común con vos?

Este rol fue mucho más accesible. Tiene que ver más conmigo y no tuve que hacer una búsqueda, como en Muerte en Buenos Aires que había un mundo policíaco, una sexualidad particular y una moral cuestionable. Este es bastante normal a pesar de las cagadas que se manda en la casa. Hasta juega al vóley como yo y eso marca una diferencia, porque en este caso era necesario saber jugar y las actrices tuvieron que aprender. Uno tiene que descubrir primero adentro suyo cuáles son las cosas que podés usar de vos mismo y después hacés una adaptación. Lo mejor es recurrir a la imaginación y ubicarte en cierto contexto con determinadas notas de carácter.

En Twitter publicaste una foto con el pelo platinado. ¿Podés revelarnos que se esconde detrás de ese cambio?

Me lo hice para una película. Subí una foto y se ve que se viralizó. Jamás me lo hubiese hecho sino, no hay nada peor para la salud del pelo que decolorártelo. Me lo cagó (risas). Yo era rubio, alto, de ojos celestes y el platinado me arruinó la carrera. El personaje de la película se auto flagela y se modifica por una incapacidad de conectar sensiblemente con su madre y con el mundo en general. Es una persona aislada. Se platina en una escena, él mismo en el baño. Me la jugué, estaba en el libro y dije: “Hagásmolo, después me rapo”. Pero me quería matar, tuve que teñirme de negro arriba de eso porque necesitaba tener pelo para otro proyecto y me quedó durísimo.

Circularon rumores acerca de una relación con Victoria Xipolitakis. ¿De qué forma convivís con las movidas de la prensa amarillista?

Eso me lo tomé con humor (se ríe). Estaba en Brasil de vacaciones, leí un tweet y no sabía ní qué estaban inventando. Me han molestado muchas cosas. Cuando estás en pareja, se meten con tu familia o tus amistades, ahí me enerva. Están escudados en eso de que es un rumor y que te tenés que encargar de desmentirlo. He aprendido a tomarme las cosas de una forma que no me importen. Si lo pongo en perspectiva me da pena que los medios tengan que estar viviendo de la carroña ajena, es ridículo. Pero son las leyes del juego, aunque las inventaron ellos. El problema son las cosas que dan en la tecla y meten el dedo en la llaga o hacen un mal innecesario a alguien que querés, ahí ya me pongo violento. Soy el tipo más pacífico del mundo pero si vos venís deliberadamente a molestarme, me vas a encontrar porque tampoco soy un tarado.