Los esfuerzos del gobierno de China por mantener a sus ciudadanos en el camino de la rectitud y la virginidad parecen ser en vano. Una ciudad poligámica, una sexóloga que hace pública su relación con un hombre transexual y un museo con más de cuatro mil juguetes sexuales hablan de una sociedad que no quiere ser puritana.
Texto. Belén Macua / Ilustración. Brunancio
Michel Foucault explicó que en la China imperial se utilizaba el procedimiento de la ars erotica para encontrar la verdad del sexo, que se hallaba en el placer. Si la práctica hace al maestro, como reza el adagio, el ejercicio constante y la experiencia eran esenciales para dominar el arte de lo sensual. Pero en el siglo XVII éste se convirtió en un tema tabú y sus aficionados debieron refugiarse en la clandestinidad.
Para el imaginario occidental, una sociedad donde se prohíbe el sexo pre matrimonial, las orgías y el porno sería retrógrada, pero en China viven esta realidad hace mucho tiempo. Hasta 1990, las personas que mantenían relaciones sexuales antes de casarse, aquellos que producían pornografía o participaban de fiestas swinger podían ir presos, incluso ser castigados con la muerte. La homosexualidad dejó de considerarse una enfermedad mental recién en el 2001, aunque todavía se ofrecen terapias de electrochoque para aquellos que quieran “convertirse” en heterosexuales.
Chicas que son chicos
Como era de imaginar, condenar el sexo no hizo que desapareciera –más bien todo lo contrario. La primera sexóloga china, Li Yinhe, es un claro ejemplo. Fuerte defensora del sexo casual, el sadomasoquismo y la pornografía, anunció el año pasado que convive hace 17 años con un transgénero, luego de ser acusada por una bloguera de ocultar que era lesbiana.
“El amor es simple y espiritual. No está relacionado con el status social, la edad o la identidad sexual”, escribió en su página. Conoció a su pareja luego de enviudar, en una charla que dio para un grupo LGTB cuando él todavía se identificaba como mujer. Él la invitó a tomar un café y ella aceptó creyendo que se trataba de una reunión profesional. El amor no fue mutuo al principio, pero la socióloga lo ayudó a aceptar su transexualidad.
Su libro de 1998, “La subcultura de la Homosexualidad”, sólo podía ser comprado por aquellos que ocupaban puestos de rango alto. La reacción a “La subcultura del sadomasoquismo” fue aún peor. “Ordenaron que quemara todas las copias, pero como ya habíamos vendido sesenta mil no pudo efectivizarse la orden”, explica Yinhe.
Me sobra una esposa
Dongguan es la ciudad industrial más importante del país y también la más polémica. Su historia se hizo conocida a nivel internacional luego de que los medios difundieran fotos de distintos hombres en la cama con varias mujeres. Pero éstas no son prostitutas ni amantes de las fiestas swinger, son sus novias.
En los últimos años la calidad de vida bajó y las mujeres se ven obligadas a buscar una pareja que las mantenga y les de un status social que les permita conseguir un buen trabajo. La presión social las condena a casarse antes de los 27 años, por lo que doblegan sus esfuerzos por mantener a su hombre. “Si veo que tiene sólo 200 yuanes (400 pesos argentinos) en su billetera le guardo 100 más”, contó una de las “novias afortunadas”.
Se turnan para salir a pasear o tener sexo con su novio, aunque a veces les toca compartir. Cada 100 mujeres hay 89 varones, por lo que estas no son historias de amor libre al estilo Simone de Beauvoir y Sartre: ellas se encuentran en desventaja.
De poemas perversos y penes de cerámica
En un esfuerzo por educar a la sociedad sobre su pasado erótico y libre, el sociólogo Liu Dalin fundó un Museo de la Cultura del Sexo en Shangai, ciudad conocida como “la prostituta de Oriente”. “Estoy interesado en descubrir por qué las actitudes en cuanto al sexo eran tan abiertas antes de la dinastía Tang y durante la dinastía Song se convirtieron en tabú. Es muy importante ver este cambio porque nuestra sociedad moderna continuó con este conflicto entre el conservadurismo y el sector reaccionario”, explica.
En Occidente es muy común encontrarse con un sex shop en la calle que exhiba desde consoladores y látigos hasta columpios, pero los juguetes sexuales asiáticos no suelen estar a la vista. Entre las cuatro mil reliquias que guarda, hay piezas de cerámica de la milenaria cultura Majia Yao con ilustraciones de mujeres embarazadas y formas fálicas, esculturas gigantes de penes y orgías, poemas dedicados a la necrofilia o la zoofilia y técnicas para controlar la eyaculación.
El gobierno municipal intentó boicotear la exposición en varias ocasiones, por lo que tuvieron que cambiar de lugar. Le prohibieron exhibir el cartel con el nombre del museo porque creían que la palabra “sexo” no era elegante y no le permitieron presentarse como atracción turística en las agencias de viajes.
Pueden prohibirlo, censurarlo, esconderlo, pero como dijo el gran Woody Allen: “Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo y la segunda no me acuerdo”.