En el mundo del amor, la idea de la “pareja perfecta” suele venir acompañada de conceptos arraigados en la tradición y la monogamia. Sin embargo, en una sociedad en constante evolución, cada vez más personas cuestionan si estas relaciones tradicionales realmente encajan con la búsqueda de la felicidad y la libertad individual. Las relaciones abiertas representan una faceta de esta evolución, desafiando las estructuras establecidas y abriendo camino a nuevas formas de conexión y expresión. 

Por: Josefina Aragonés | Imágenes: Stock


 

Las relaciones tradicionales, con su énfasis en la exclusividad y el compromiso a largo plazo, normalmente ofrecen una sensación de seguridad y estabilidad. Sin embargo, también pueden traer consigo ciertas limitaciones. La expectativa de la fidelidad y la exclusividad puede llevar a situaciones en las que la libertad personal se ve restringida. Las decisiones y acciones deben ser tomadas en función de la pareja, a veces en contra de los deseos y necesidades individuales.

Las relaciones abiertas, en contraste, invitan a una forma diferente de amar. La premisa básica es simple: amar a alguien no requiere restringir sus interacciones con otros. Estos vínculos desafían la norma de la monogamia y se basan en la honestidad, la comunicación y el consentimiento mutuo. En ellos, el amor coexiste con la libertad individual para explorar conexiones románticas o sexuales fuera de la relación principal, sin que ésta se vea afectada.

 

Dentro de este enfoque, la libertad sexual también encuentra su espacio. Las relaciones abiertas desmitifican la idea de que una única persona debe ser la fuente exclusiva de satisfacción sexual. Se basa en la comunicación abierta sobre deseos y límites sexuales, fomentando la exploración y la expresión auténtica. En un mundo que busca la aceptación de todas las formas de sexualidad, las relaciones abiertas ofrecen una alternativa a la norma heteronormativa y monógama.

Pero… ¿es todo tan idílico?

Si bien estas relaciones ofrecen una visión emocionante y liberadora del amor, también plantean desafíos que son imposibles de ignorar. La gestión de los celos y la inseguridad puede llegar a ser, para algunas personas, insoportable. La línea entre la conexión emocional y la conexión física puede volverse borrosa, generando dudas sobre la profundidad y la autenticidad de las relaciones. Además, la presión social y las normas culturales pueden dificultar la aceptación y el entendimiento de las relaciones abiertas. 

 

Las relaciones abiertas no son para todos, pero bien pueden ser una buena opción para muchos. La monogamia no es la única forma válida de amor. Esta alternativa reconoce la diversidad de experiencias y permite que las personas exploren sus deseos y necesidades en diferentes contextos y con diferentes individuos. No existe un talle único para el amor, y las relaciones abiertas reflejan la diversidad y la complejidad de las conexiones humanas.

 

¿Pueden el amor y la libertad coexistir en una relación? No hay una respuesta definitiva, ya que cada individuo y pareja tiene su propia perspectiva y camino único -sea la relación cerrada o abierta-, y la libertad no es solamente su arista sexual. En última instancia, el amor y la libertad pueden encontrar un equilibrio, pero ese equilibrio será diferente para cada uno. En verdad, la libertad reside en tener la posibilidad de amar como se nos cante amar, sin restricciones ni convenciones obsoletas. Así que, vos fijate. La invitación a la autoexploración está hecha, y es desafiante y emocionante a partes iguales.